En muchas ocasiones el turismo de calidad se ha puesto como ejemplo de lo que debería ser el turismo y por tanto en oposición al turismo de masas. Definiciones de calidad hay tantas como autores, pero si hay algo en lo que la inmensa mayoría coincide es en identificar calidad con la percepción que tiene el cliente, es decir, que la calidad supone que el turista queda satisfecho con el producto o servicio consumido, sobre la base de lo que a pagado por ello. En este sentido la calidad no depende de la clase social de los turistas ni de su capacidad económica, ni tampoco del gasto efectivo que realicen, sino del destino y de sus productos. Así pues, queda fuera de lugar cualquier percepción de que el turismo de masas se corresponde con gente pobre y el turismo de calidad con gente rica, porque aunque existen ambos extremos, la mayoría de los turistas pertenecen a la clase media, y su gasto está directamente relacionado con las posibilidades de ahorro y de sus compromisos económicos y financieros.
La identificación del turismo de calidad con la capacidad económica no tiene ningún sentido. Despreciar a los jóvenes que llegan a un destino con la mochila y poco dinero en el bolsillo es no acordarse de que una vez se fue joven. Despreciar el turismo de la clase media es despreciar a la inmensa mayoría de la población de los países emisores. No hay que echar todas las culpas al turismo de masas, lo que hay que evitar es la degradación de los espacios turísticos. La masificación de un destino se produce no “por culpa” del turista sino “por culpa” del destino, que es quien ha permitido que ello suceda con los consiguientes efectos negativos. Así pues, turismo de masas debe hacer referencia a la masificación de los destinos y a los efectos que produce tal masificación en el espacio y en la sociedad de acogida.
Desde estas páginas también se quiere acabar con la idea de que el turismo de masas es de bajo nivel cultural y que utiliza alojamientos de baja categoría. No hay ningún estudio serio que muestre la existencia de ese bajo nivel cultural: estudiantes, licenciados, profesionales liberales, todos ellos hacen vacaciones en temporada alta y viajan también a destinos muy populares. En cuanto a los alojamientos cabe afirmar con rotundidad que la realidad es otra, cada vez se construyen más hoteles de 4 estrellas en destinos típicos de sol y playa.
La masificación de un destino no es atribuible al turista sino al tipo de planificación que han desarrollado las autoridades del país o zona de destino. Todos estos espacios coinciden en una serie de características:
Urbanización intensiva del recurso turístico (Hidromo). Ésta tiene como finalidad maximizar el número de visitantes debido a que la temporada veraniega es relativamente corta. Es cuando se produce la estacionalidad en su doble vertiente, temporal y espacial. La excesiva concentración espacial provoca desequilibrios territoriales importantes, una especulación del suelo sin freno y muchas veces la destrucción del propio recurso.
Monocultivo económico. En muchas ocasiones estas zonas se han desarrollado económicamente gracias al turismo, pero han pasado de una economía basada en el sector primario, sobre todo agricultura, a otro tipo de economía en la que también existe un cierto monocultivo. Se ha cambiado un monocultivo, la agricultura, por otro, el turismo. Este sistema les hace depender excesivamente de los TT.OO. que son quienes dominan el mercado emisor, por lo que en demasiadas ocasiones se ven abocados a reducir precios ante la presión de aquéllos. Un grupo de los ocho grandes TT.OO. europeos controlan cerca del 70% de los flujos turísticos que tienen por destino las Islas Canarias (Diario Atlántico, 20/01/03). Esta política de los TT.OO pretende maximizar beneficios en un período corto de tiempo, lo que provoca que la calidad vaya disminuyendo en la misma proporción en que se abarata el producto, lo que redunda en perjuicio de la población local que ve también reducidas sus expectativas económicas. Al mismo tiempo la falta de beneficios suficientes lleva a no renovar las instalaciones por lo que los hoteles pueden quedar obsoletos en poco tiempo.
Alienación. (Tanto del entorno físico como de la población local). Cuando el turismo es visto únicamente como un instrumento para llegar a un determinado desarrollo económico se corre el peligro de que los impactos medioambientales y socioculturales sean tan negativos que ya no exista posibilidad de dar marcha atrás.