La historia muestra como los mayores focos de crecimiento económico, social y cultural han estado siempre vinculados a rutas comerciales, y por el contrario, las experiencias de cierre a ultranza, de autarquía comercial, son ejemplos de subdesarrollo. Véase, como meros ejemplos, algunos países cuyos Gobiernos mantienen su afán de nacionalizar toda empresa con inversión extranjera.
Por otro lado, es evidente que las capacidades de producción no son las mismas en todo el mundo para todos los productos y las viejas teorías sobre la ventaja competitiva no han perdido nada de su sentido lógico, por tanto, no tendría demasiado sentido que todos nos fabricásemos todo lo que necesitáramos. Las economías a escala derivadas de la especialización mejoran la eficiencia general. Y además, el valor de la diferenciación de productos fruto de la variedad de orígenes mejora las elecciones de los consumidores y estimula a los productores.
En este contexto, entendemos las políticas comerciales como los obstáculos o facilidades que un país ofrece a la importación y a la exportación de bienes y servicios. En principio, esto no debería ser algo que cada país pueda aplicar o no a su antojo ya que hay acuerdos internacionales que regulan ciertas prácticas, si bien, no siempre es posible garantizar su cumplimiento; en este sentido, una educación a la altura de las exigencias del mercado actual, garantizaría, al menos, una conciencia colectiva que entienda y garantice el cumplimiento de los acuerdos comerciales firmados por los países.
Por otro lado, en un contexto cada vez más globalizado, el papel de los precios internacionales –sobre todo para las materias primas- cobra una importancia fundamental en los cambios de los flujos comerciales; estos precios, a su vez, se ven muy influídos por los tipos de cambio entre divisas, los cuales dependen más de los mercados financieros internacionales que de los intercambios de mercancías; y a su vez, estos mercados financieros internacionales, dada la libertad de movimientos de capital, muestran un componente especulativo cada vez más determinante, como es el caso de las muy conocidas commodities; aquí entramos en un ejemplo real que nos ha pasado recientemente: Gracias a intentar reducir la contaminación por medio de la utilización de biocombustibles, el precio de los cereales ha aumentado los precios del sector alimentación, ya que se han reducido las cantidades que de estos productos normalmente se destinaban a la ganadería y otras áreas de la industria alimentaria, por lo que al ser menor la cantidad destinada a la alimentación, se han elevado exageradamente los precios, afectando directamente a toda la ciudadanía.
Esto demuestra que una solución mal implementada puede convertirse en un grave problema para las sociedades ya que en lugar de activar economías rurales abandonadas, se han destinado la ya existentes a cubrir la exigencia normal del mercado de la alimentación y la nueva tarea de los biocombustibles, siempre me pregunto si se realizan estudios de impacto ambiental, ¿por qué no se realizan estudios de impacto social?
Gracias a esto, no se está generando un beneficio social, por el contrario se están eliminando economías agrícolas en detrimento de la población, se están aumentando los precios de los productos básicos, en fin, esto, sin dudas ha colaborado con la desaceleración económica mundial gracias a la mala gestión en la administración de los recursos naturales; el dilema se encuentra en que cómo un agricultor va a cultivar para seguir siendo proveedor del sector de los alimentos, si el sector de los biocombustibles paga mucho más dinero.
Por nuestra parte, la logística marítima, por llamarla de alguna manera, sin dejar de concebirla como un nodo de una cadena logística mucho más compleja, lejos de ser un área exclusiva o cerrada de los conocedores del Negocio Internacional, ha pasado a ser un área que afecta la vida de todas las personas, ya que todo coste generado en la cadena logística (ejemplo los recargos por congestión portuaria que en muchos casos hay que aplicar a los fletes), repercutirá sin dudas, en el coste final de los productos.
Estos efectos generan por tanto un clima de desigualdad, en especial las de países productores, donde la explotación de la mano de obra, está lamentablemente garantizando siempre la desigualdad social y económica a nivel global, estos factores también conocidos por la mayoría, son un caldo de cultivo para sistemas políticos negados al desarrollo de sus sociedades; sin embargo, en la actualidad, hay un caso en particular que despierta nuestra curiosidad y es el caso de África; donde las inversiones asiáticas se han multiplicado durante la actual crisis económica, generando entre otras, instalaciones portuarias capaces de competir en el mercado mundial lo cual ha ampliado las escalas de los buques a esa zona, así como está generando un cambio social, que de momento es muy pronto para valorarlo, pero que sin duda cambiará la configuración actual que tenemos de los negocios en esas zonas: El futuro nos dirá cómo afectará al equilibrio económico mundial; nos quedará observar con detenimiento estos escenarios, más aún en medio de una crisis comercial entre los dos gigantes, el de oriente y el de occidente.