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La innovación no siempre se entiende. Cuando Gillette decidió transformar su modelo de negocio bajando el precio de las maquinillas de afeitar y haciéndolas accesibles para todos, con el objetivo de generar ingresos vendiendo los recambios de las hojas, los competidores no lo acababan de ver. Cuando firmó el contrato con el ejército de los Estados Unidos para proporcionar maquinillas a los soldados de la Primera Guerra Mundial sí que lo vieron. Pero ya era tarde.

La historia está llena de ejemplos como este: emprendedores innovadores que giran una idea inesperadamente y revolucionaron el mercado.

Apple cambia el modelo de ventas y distribución musical con iTunes, el concepto de telefonía móvil con el iPhone, o apostando por un marketing emocional cuando los competidores jugaban con otro juego.

Amazon vendiendo libros a través de Internet, y convirtiéndose después en un proveedor general global para todo tipo de productos.

Starbucks trasladando la esencia de los cafés “Premium” al concepto de cadena y fast-coffee y proporcionando a los clientes no una huida rápida con el vaso de cartón, sino al revés, sofás grandes y cómodos donde sentarse a saborear un café.

O Nike, sincronizando la actividad física a la nube por primera vez, y dando la señal de salida a la oleada de apps de actividad física.

Todos estos ejemplos nos hablan de lo mismo: de la importancia capital que tiene la innovación en las empresas. Y cualquier emprendedor hará bien en tenerlo presente.

La gestión de la innovación como recurso professional en el mercado actual

Cuando hablamos de innovación no debemos limitarnos a las grandes marcas e innovaciones que transforman el mundo entero. Estos son los más visibles debido a su volumen e impacto, pero los recursos utilizados sirven a cualquier escala, en cualquier empresa o proyecto.

La innovación no es cosa de ahora, siempre ha sido importante, pero es cierto que en el mercado actual renunciar a ella es tanto como renunciar a la empresa. No todos podemos inventar el iPhone, no todos cambiaremos la forma en que las personas interactúan entre sí o hacen eso o aquello otro. Pero todos podemos pensar out-of-the-box e innovar en nuestro campo, y lo tenemos que hacer para sobrevivir y destacar entre la multitud de empresas y proyectos. Y no necesariamente tiene que ser con nuevos productos. La innovación puede llevarse a cabo en:

  • Servicios, solucionando problemas, optimizando el presente o transformando el mismo servicio. Sería el ejemplo de Starbucks.
  • Procesos y tecnología, como Nike lanzando Nike+ para sincronizar actividad física.
  • Experiencia del servicio. Cuando FedEx incorporó por primera vez el seguimiento logístico-tecnológico de los envíos, creó una nueva forma de vivir el hecho de enviar un paquete. Con tanto éxito que se imitó el modelo en el mundo entero.
  • Estrategias o modelos de negocio, como hizo LEGO después de las bajadas de ventas de los años 90, cambiando el modelo de negocio focalizándolo en el cliente.
  • Mercados, porque muchas veces hay nichos en los que no hemos pensado. Las agencias de viajes más innovadoras, por ejemplo, han logrado establecerse en un ecosistema que prima mayoristas especializados en micronichos, como el turismo religioso, arqueológico, deportivo, etc.
  • Canales de distribución y ventas, optimizando los procesos para aumentar el rendimiento interno y la satisfacción del cliente, por ejemplo.
  • Alianzas. A veces, las asociaciones más inesperadas son las que mejor funcionan.

La innovación es clave cuando una empresa pierde cuota de mercado o entra en pérdidas, cuando hay aspectos internos muy mejorables, y en general cuando los obstáculos y peligros de los mercados pasan por encima del funcionamiento del negocio. También cuando necesitamos destacar por encima de la competencia, o ante la indiferencia del público. Se trata, en definitiva, de detectar un problema y buscar soluciones más imaginativas para resolverlo, más allá de las soluciones tradicionales o rutinarias.

El perfil emprendedor innovador

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